La policía de la localidad de Grand Rapids, en Michigan, calificó ayer de «horrible caso de violencia doméstica» la masacre cometida por un exconvicto de 34 años que entró a sangre y fuego en dos viviendas dejando a su paso siete personas muertas, incluidos dos menores. Cuando tras una persecución los agentes lograron por fin acorralarle, el supuesto asesino buscó refugio en otra casa donde, tras liberar a dos rehenes, se quitó la vida de un disparo en la cabeza.
Según los análisis forenses, Rodrick Dantzler había ingerido importantes dosis de alcohol y cocaína antes de emprender el fatídico recorrido por las residencias de dos antiguas novias, a las que mató, junto con otros cinco miembros de sus respectivas familias. Pese a las evidencias de que podría tratarse de un crimen pasional, el jefe policial Grand Rapids, Kevin Belk consideraba que va a ser muy complicado establecer las causas que precipitaron la tragedia. «No disponemos de un diagnóstico médico, pero sin duda se trataba de alguien muy problemático», declaró el agente.
Pese a que los asesinatos masivos se han convertido en una triste constante en la sociedad estadounidense, la naturaleza de esta matanza ha dejado perplejas a las autoridades y vecinos de la segunda ciudad del estado, conocida por sus bajos índices de criminalidad.
El primer movimiento de Dantzler en su carrera de destrucción que duró varias horas muestra a una persona desesperada, capaz de seguir fríamente los pasos de su propia hija y la madre solo para matarlas a quemarropa. El turno siguiente fue para los padres de la mujer, también fallecidos. Con la misma determinación se trasladó a una vivienda cercana donde asesinó a otra exnovia, a la hermana de esta y a su sobrina de diez años.
Perdonó la vida
Decenas de agentes que participaron en el operativo de su captura tuvieron que emplearse a fondo para reducir al agresor. En un momento de la persecución, el sospechoso cruzó la mediana de la autopista interestatal y condujo en sentido contrario mientras más de una docena de vehículos de las fuerzas del orden le pisaban los talones. Fue en una de esas maniobras cuando empotró su coche contra un muro.
A partir de ahí se las arregló para llegar a otra casa y tomar varios rehenes a quienes sorpresivamente perdonó la vida. Tras un intenso tiroteo, el supuesto asesino guardó las últimas balas en el cargador de su arma para suicidarse.
Fuente: enteraterd.com
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